viernes, 18 de enero de 2008

¿Lunático? ¿Genio? ¿Loco? ¿Enfermo? ¿Leyenda? Quizá un poco de todo

Eurosport - vie 18 ene 2008
Murió donde se hizo grande

El estadounidense Bobby Fischer, uno de los más grandes mitos de la historia del ajedrez, murió en el lugar en donde había logrado el triunfo más grande de su carrera: en Islandia, donde conquistó el título mundial al derrotar a Boris Spasky en 1972.


A los 64 años, exactamente el número de casillas del tablero, Bobby Fischer ha muerto casi en el olvido después de haberlo sido todo en el mundo del ajedrez, el genio que lo universalizó y cuyas excentricidades sirvieron también para dignificar una profesión de la que muchos han podido vivir con dignidad gracias a él.
El duelo contra Spasky en Reikiavik, a 24 partidas, fue un enfrentamiento dramático cuyo desarrollo mostró todos los rasgos fundamentales que caracterizaban la personalidad genial y compleja de Bobby Fischer.
Sus manías, por ejemplo se negaba a jugar en una silla, dieron tanto que hablar como el desarrollo de cada partida en un duelo en el que Fischer se había propuesto poner fin a la hegemonía soviética.
Los enemigos de Fischer aseguraban que debajo de la silla giratoria había un ordenador que explicaba por qué había tomado la delantera en el duelo del siglo.
Los partidarios de la tesis del ordenador se creían reforzados por el hecho de que en un momento dado Fischer exigió, con éxito, que desaparecieran las cámaras de televisión de la sala porque le impedían concentrarse.
Fischer, caracterizado por un juego agresivo e innovador, llegó a la final del Mundial contra Spassky con 29 años de edad tras haber derrotado al ex campeón del mundo Tigran Petrosian.
Spassky, defensor del título, comenzó el duelo como favorito y ganó las dos primeras partidas. Fischer ganó la tercera y a partir de ese momento dominó el duelo casi a su antojo.
Cuando logró una ventaja suficiente, empezaron a sucederse las tablas entre los dos contendientes y Fischer no volvió a ganar hasta cuando sólo le faltaba un punto, es decir una victoria, para coronarse como campeón del mundo.
En el camino hacia el triunfo final, ya con ventaja clara, Fischer tuvo un revés parcial curioso: Spassky logró tomarle la dama a Fischer, con lo que la partida estaba ya decidido. Pero Fischer no abandonó sino que siguió jugando, lo que fue interpretado por muchos como un truco psicológico, mezclado de desprecio hacia Spassky.
Tras coronarse campeón del mundo, Fischer había logrado su meta y prácticamente desapareció de la vida pública durante un largo periodo. Llegó a decirse que se había refugiado en un monasterio budista y que se había dedicado a la meditación.
Se negó a defender el título, que terminó siendo declarado vacante y conquistado por el ruso Anatoly Karpov.
Todo ello contribuyó a la leyenda y en la vida de Fischer es difícil distinguir lo que pertenece a la biografía y lo que forma parte de un mito que se ha ido tejiendo en torno suyo.
Hubo quien quiso convertirlo en un héroe anticomunista y en un modelo de patriota estadounidense que, como tal, se había trazado como meta vital arrancar el título mundial de ajedrez de manos de los soviéticos.
Esa imagen, sin embargo, quedó destruida cuando, en 1992, Fischer reapareció públicamente y, quebrando el boicot internacional a la antigua Yugoslavia, reeditó su duelo contra Spassky, a quien derrotó en Belgrado en medio de una aguda crisis en el país.
Fischer pensó vivir en la Yugoslavia de entonces, convertida en la enemiga emblemática de Europa Occidental y de Estados Unidos, y más tarde, contraviniendo las leyes estadounidenses, estuvo en Cuba. Todo ello lo lleva incluso a ser perseguido con orden de detención emitida por el FBI. El héroe estadounidense se había convertido en villano.
Como ajedrecista, en cambio, sigue siendo un héroe. Ningún duelo posterior a su enfrentamiento con Spassky ha tenido la difusión y ha suscitado tantas pasiones en el mundo ni ha contribuido tanto a la popularización del ajedrez.
Las peculiaridades de Fischer lo relacionan sin duda con otros mitos del ajedrez, como el legendario ruso Alexander Alejin, y hacen pensar que el juego-ciencia es uno de aquellos terrenos en los que la genialidad está muy cerca de la locura.
Fischer había nacido en Chicago, en 1943. Pero la ciudad con la que se le identificará siempre será la capital de Islandia donde ganó el más grande enfrentamiento de la historia.
En aquel duelo, por respeto a la fe judía de Fischer, nunca se jugó en sábado.

Fallece el hombre que ganó la Guerra Fría

Muerto Bobby Fischer, hoy hay menos talento sobre el planeta. Y también, menos locura. Si fue el más grande o no, es matizable. Pero sí ha sido quizá el más influyente, el hombre que marcó una época. Aunque casi siempre le derrotara su genial locura.

Decir que Fischer era un excéntrico es quedarse corto. ¿Lunático? ¿Genio? ¿Loco? ¿Enfermo? ¿Leyenda? Quizá sea un poco de todo, y a su manera, siempre extraña, un icono para la sociedad de su época. Bobby Fischer fue un pionero, y también un hereje, con el juego y con su vida. Su victoria sobre Boris Spassky en "El Encuentro del Siglo" supuso una gran victoria moral en la América de la generación posterior al senador McCarthy, aquélla que veía en el comunismo soviético a su peor enemigo. Cualquier cosa valía en aquel momento, y llegó a través del ajedrez, lo menos pensado.
Fue en 1972, en medio de la Guerra del Vietnam, y la victoria fue abrazada por la propaganda estadounidense como la demostración evidente de la superioridad occidental. En plena Guerra Fría, con ambos polos en su momento más álgido, Estados Unidos se anotaba un punto, con las reglas del enemigo. Un americano de origen judío, viniendo de un país que casi desdeñaba el ajedrez, había derrotado solito, sin más ayuda que su inmenso talento, a la poderosa escuela soviética, hegemónica en el ajedrez prácticamente durante todo el siglo XX, algo que continuaría después con Karpov y Kasparov. Fischer, junto a Mohamed Alí, era el no va más, una manera de desviar la atención de Vietnam.
Spassky, que fue muy amigo de Fischer, contó para el duelo con la ayuda de todos los analistas y grandes jugadores soviéticos de la época. A fin de cuentas, aquello también era la Guerra, con mayúsculas. Fischer llegó diez días tarde a Islandia, país al que insultó a su llegada, y del que luego abrazaría su nacionalidad, y estuvo a punto de ser descalificado. Finalmente, después de que mediara el mismísimo Henry Kissinger, Fischer jugó. Y ganó. No tuvo la ayuda de nadie. Fue una demostración brutal de talento, pese a que cedió las dos primeras partidas. Se quejó por las cámaras en ambas, o por cualquier cosa. Finalmente, derrotó a Spassky por 12,5 vs 8,5, el 31 de agosto de 1972. Spassky cayó en desgracia en su propio país, y en 1978 se hizo ciudadano francés. En la cena de gala, Fischer aseguró que él sería un gran campeón, que jugaría muchas partidas y que dejaría muy alto al ajedrez mundial. En lugar de eso, hizo la jugada que nadie esperaba. Desapareció.
Eso sí, el acontecimiento fue seguido a nivel mundial, Fischer fue portada de las revistas con más tirada a nivel mundial, y le valió numerosos contratos millonarios. Pero era como era, y los rechazó todos.
Lo que sucedió después, su renuncia a la defensa del título en 1975 contra Karpov, su rematch de 1992 contra Spassky en la antigua Yugoslavia -que ganó-, sus comentarios el mismo 11 de Septiembre de 2001 a favor de los atentados de AlQuaeda, en fin, su espiral de escándalos y decadencia, es parte de la leyenda, del genio incomprendido, y sobre todo, del delirio. Episodios muy tristes en la vida de alguien que fue, como Alí, el más grande. Él mismo lo decía: "No me gustaría ser inmodesto, pero no es necio decir la verdad: soy yo". Lo fue, al menos aquel día de verano de 1972, cuando ganó la primera batalla de la Guerra Fría.
Bobby Fischer muere en Islandia
Eurosport - vie 18 ene 2008

Bobby Fischer, campeón mundial de ajedrez, ha fallecido en Islandia a los 64 años de edad. El norteamericano se encontraba en aquel país con asilo político tras acusarlo las autoridades norteamericanas de traición, y había sido hospitalizado varias veces en Reijkjavik por problemas mentales.

Según la edición digital del diario islandés "Morgunbladid", Fischer falleció en su casa de Reikiavik, adonde regresó el mes pasado tras permanecer ingresado en un hospital de la capital en octubre y noviembre.
En la capital islandesa disputó en 1972 un encuentro histórico por el campeonato mundial contra el soviético Boris Spassky, considerado el 'enfrentamiento del siglo' y con una clara connotación política por el contexto de la Guerra Fría.
Pero ya no volvió a jugar más partidas oficiales: en 1975, cuando tuvo que defender el título frente al aspirante Anatoly Karpov, planteó exigencias inaceptables para la FIDE, que lo despojó del título por incomparecencia.
Fischer, que durante años vivió retirado de la atención pública, llegó a Islandia después de que este país, donde era muy popular desde su duelo con Spassky, facilitó su puesta en libertad concediéndole su ciudadanía tras permanecer 8 meses retenido en un centro japonés para inmigrantes ilegales.
El ajedrecista fue detenido en Tokio en julio de 2004 por intentar usar un pasaporte revocado por EEUU, que tenía dictada contra él una orden de busca y captura desde 1992 por violar una prohibición del Gobierno de viajar a la antigua Yugoslavia y desarrollar una actividad económica allí.
En medio de la guerra de los Balcanes, Fischer no hizo caso de la orden y viajó a Belgrado para jugar contra Spassky a cambio de 3 millones de dólares.
Durante su cautiverio en Tokio, Fischer calificó la retención de "secuestro" organizado por el presidente de EEUU, George Bush, y su "títere", el entonces primer ministro nipón, Junichiro Koizumi.
A su llegada a Reikiavik procedente de Japón, se despachó con unas declaraciones antisemitas y contrarias a su país de origen.
Durante su estancia en Islandia, Fischer, quien consideraba "muerto" el ajedrez para él, mantuvo un perfil bajo.

No hay comentarios: