Boletín Nº 24 del Instituto Espacio de la Memoria
En un emotivo acto sin precedentes en el campo de la memoria y el deporte, se jugó en el día de ayer en el estadio de River Plate, La Otra Final, el Partido por la Vida y los Derechos Humanos.
La actividad, organizada por el Instituto Espacio para la Memoria en homenaje a los treinta mil detenidos-desaparecidos por la última Dictadura y como desagravio al deporte y al conjunto de la sociedad argentina, se realizó al cumplirse treinta años de la final del Mundial 78.
Miles de personas acompañaron profundamente conmovidas la bandera con las fotos de los desaparecidos que, encabezada por los organismos de derechos humanos, partió en una marcha desde el predio donde funcionó el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio en la entonces Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), para dirigirse a River.
La bandera con las fotos de los detenidos-desparecidos dando la "vuelta olímpica" en River.
Al llegar al Estadio, el ingreso de las madres, abuelas y familiares que acompañaban las imágenes de sus seres queridos, apropiándose de ese escenario para darle un significado diferente, confirmó la necesidad de generar actos masivos de difusión que, al tiempo que favorecen la toma de conciencia de cada vez más amplios sectores de la población respecto de nuestra historia reciente, contribuyen a la lucha inclaudicable por la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Nadie quería soltar la bandera, despejar el campo de juego, ni dejar de pisar el césped. Era la reutilización justa y merecida de espacios otrora usados para encubrir, bajo el amparo de un sentimiento caro al pueblo argentino, delitos de lesa humanidad cuyas secuelas perduran hasta nuestros días.
Muchos fueron los que no quisieron faltar a la cita.
Los convocados de aquella selección de 1978 se hicieron presentes en las figuras de Julio Ricardo Villa, René Houseman y Leopoldo Luque, otros, como Fillol y Oviedo, mandaron su saludo y a algunos los detuvo la niebla en su provincia.
Luque hasta se dio el gusto de jugar un ratito con los chicos de la Sub-20 convocados por la AFA y Futbolistas Argentinos Agremiados y los jóvenes –y no tanto- que, como ex presos políticos, ex detenidos-desaparecidos, hijos del exilio, de desaparecidos y de militantes, homenajearon a aquella generación tempranamente vulnerada. Todos bajo la dirección técnica del “Tata” Brown y Sergio "Checho" Batista.
Leopoldo Luque jugó algunos minutos en el partido por la Vida y los Derechos Humanos
El encuentro deportivo, con ambos equipos con la camiseta argentina –titular y suplente- terminó 1 a 1. Los goles fueron de Rodrigo Olea y Juan Pablo Maicas.
Con un pase en profundidad de Alfredo Chávez -quien estuvo secuestrado durante el Mundial en el “El Vesubio” y vino desde Bariloche para jugar este partido-, en tres cuartos de cancha hacia la izquierda, Juan Pablo Maicas encaró para el gol, eludiendo al arquero Tristán Bauer que había salido y quedó a mitad de camino. “Le pegué de una, de zurda, picó y entró al arco, solita”, cuenta Juan Pablo.
Mientras un Eduardo Maicas conmovido por una tarde que había tenido muchas más emociones que el orgulloso gol de su hijo nos confesó que este había sido“el día más feliz de mi vida”.
Algunos preguntaban si el resultado estaba arreglado. “No hace falta”, otros les respondían, “en este partido ganamos todos...”. Por eso las medallas entregadas a todos los jugadores antes del partido decían “en reconocimiento a su participación en La Otra Final, el Partido por la Vida y los Derechos Humanos”.
El "Loco" Houseman recibe el abrazo afectuoso de Nora Cortiñas .
Luego del fútbol, llegó el turno de la música. Abrió el eterno "Flaco" Luis Alberto Spinetta, y le siguieron Juan Carlos Baglietto, el trío de Lito Vitale, Liliana Herrero, Sara Mamani, Liliana Vitale, Horacio Fontova, Daniel Viglietti (quien llegó desde Montevideo venciendo a la niebla), Arbolito y La Bomba de Tiempo.
Más allá de los números –los expertos del Club hablan de veinte mil personas, con mucho movimiento de gente que entraba y salía-, la presencia de jóvenes, de maestros y niños de escuelas, de hombres y mujeres, familias, y personalidades de la política, la sociedad y la cultura que ya sea para marchar, para ver el partido o para escuchar a los músicos que solidariamente ofrecieron sus canciones como cierre de una jornada muy intensa, fue testigo de otra presencia simbólica que daba cuenta de una ausencia traumática e irreparable para la sociedad argentina: los treinta mil detenidos-desaparecidos, presentes! Así lo testimoniaba una bandera con esa inscripción que se desplegaba en una tribuna vacía.
Acompañaron también este acto, entre otros, el Secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi; el intendente de Morón, Martín Sabbatella, la titular del Inadi, María José Lubertino; el fiscal Felix Crouss, los escritores Tununa Mercado y Noé Jitrik, León Rozitchner, los actores Daniel Fanego, Lucrecia Capelo, Arturo Bonín y Rubens Correa. Se recibieron adhesiones, saludos y colaboración de la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú; de María Stella Cáceres de Almada, del Museo de las Memorias, Dictadura y Derechos Humanos, de Paraguay; del Párroco Carlos Saracini de la Iglesia de la Santa Cruz; del Colectivo de Exiliados; del Colectivo Argentino de París, del Colectivo Argentino de Torino, de Ignacio Copani, Raúl Rizzo, la Asociación Seré por la Memoria y la Vida de Castelar, la Federación Tierra y Vivienda, el Movimiento Nacional Ferroviario, la Agrupación Héctor Cámpora, la Asociación de Abogados de Buenos Aires, Gastón Pauls, Julieta Díaz, Juan Pablo Varsky y Eduardo Galeano, entre otros.
Declarada de Interés por las Cámaras de Diputados de la Nación y de la Provincia del Chaco y de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación, colaboraron con esta actividad el Club Atlético River Plate, Futbolistas Argentinos Agremiados, la Asociación del Fútbol Argentino, el diario Página 12, la Escuela Eter, Radio Nacional y Canal 7, INCAA-ENERC, AMARC de Argentina, la Secretaría de Derechos Humanos de la CTA, Hijos e Hijas del Exilio, el Club Vélez Sársfield, la Dirección de Arte y Cultura y de Derechos Humanos de Morón, SADAIC, Sutec, que trabajaron o brindaron, desde distintas instancias lo necesario para posibilitar la realización del acto.
El palco oficial, en el que en el '78 estuvieran Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti, Albano Harguindeguy, Carlos Alberto Lacoste y Joao Havelange, quedó simbólicamente vacío en esta Otra Final, donde Madres, Abuelas y Familiares, representantes del Instituto Espacio para la Memoria, amigos y compañeros asistían visiblemente conmovidos, entre encuentros y abrazos, a un partido que como decía el documento leído desde el escenario por Quique Pessoa, tenemos que ganar –desde estos espacios colectivos y plurales- entre todos.
Arbolito y La Bomba de Tiempo cerraron la noche de La otra Final
Documento leído en la jornada del 29 de junio de 2008, al cumplirse treinta años del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978.
El 25 de junio se jugó la final del campeonato Mundial de Fútbol de 1978, en plena Dictadura. Más allá de las razones que tuvo gran parte de la sociedad argentina para festejar y llenar las calles a lo largo y a lo ancho del país en la llamada “la fiesta de todos”, muchos ignoraban entonces la magnitud alcanzada por una represión clandestina, ejecutada en campos de concentración distribuidos en toda la extensión del territorio nacional.
Con el tiempo, el júbilo por el triunfo obtenido en el deporte más popular de la Argentina no lograría encubrir las secuelas que en todos los planos dejó la Dictadura instaurada el 24 de marzo de 1976, dispuesta a profundizar e institucionalizar a gran escala la represión hasta entonces ejercida por los grupos parapoliciales y paramilitares nucleados en la Triple A.
Esa metodología represiva –aprendida por sus autores materiales en la siniestra Escuela de las Américas, que incorporara la experiencia de los franceses en Indochina y Argelia- era necesaria para perpetuar y consolidar espurios intereses de poder.
Porque el terrorismo de Estado ejercido por gobiernos dictatoriales promovidos y respaldados en América Latina por Estados Unidos y su Doctrina de la Seguridad Nacional fue la condición necesaria para la implementación de modelos económicos de despojo y exclusión.
Con la excusa de derrocar a “la subversión” –denominando así al accionar de las organizaciones que luchaban por una sociedad justa– se persiguió, se secuestró, se robaron niños, se torturó y se asesinó; hubo miles de perseguidos y presos políticos; hubo exilio en el interior y en el exterior del país. Se crearon de este modo las condiciones de posibilidad para instalar una política económica que tendría con el menemismo su época de oro, agudizando el proceso de concentración y polarización de la riqueza, con el apoyo cómplice de los principales medios de comunicación, cuyo resultado sería un país profundamente injusto, devastado en lo económico, lo social y lo cultural, endeudado y empobrecido. Porque esos crímenes de lesa humanidad se vinculan estrechamente con estrategias económicas que dejaron un ejército de desocupados, miles de hombres, mujeres y niños sumidos en la pobreza y la miseria, con sus derechos más elementales vulnerados: el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a una vida digna. Consecuencias que perduran hasta nuestros días.
El terrorismo de Estado hizo tristemente célebre a nuestro país instaurando la figura de la desaparición forzada de personas, con un saldo de treinta mil detenidos-desaparecidos. Luego de su paso por centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, la gran mayoría de ellos tuvo como destino final el ser arrojados vivos al mar en los llamados “vuelos de la muerte”.
Se calcula en un número de 520 la cifra de estos sitios del horror en donde los secuestrados, embarazadas, niños, miles de militantes populares, estudiantes, trabajadores, profesionales –hombres y mujeres de nuestro pueblo– fueron sometidos a condiciones infrahumanas de vida, a torturas, malos tratos y vejámenes, a la despersonalización y a la pérdida de su identidad.
Mientras se jugaba y festejaba el mundial, en miles de hogares y familias el dolor infinito invadía y embargaba el alma y las horas de madres, padres, hermanos y familiares que, en medio de una indescriptible impotencia, intentaban en vano saber algo acerca del destino de sus hijos. Por eso debieron transformar su angustia en una lucha y reclamo incesantes, que no les devolvió la vida de sus seres queridos pero que afianzó por siempre su dignidad y les permitió construir la historia.
El intento de utilizar el campeonato mundial, apelando a uno de los sentimientos más caros de los argentinos para encubrir los crímenes de lesa humanidad, mostró dramáticas paradojas: a pocos metros de este Estadio -sede de la Final- en la Escuela de Mecánica de la Armada la ignominia y el terror se desplegaban con toda su crudeza.
La opinión pública –desinformada con la complicidad de algunas empresas periodísticas que amplificaban en el plano internacional su campaña para dar cuenta de que los argentinos “éramos derechos y humanos”– se iría enterando poco a poco de lo que sucedía en el país, a la manera del secreto de familia: “de eso no se habla”. En tanto la metodología represiva sembró el terror en el conjunto de la sociedad, que fue impregnada por una cultura del miedo.
Pero lo que en Argentina se intentaba tapar, en el exterior comenzaba a conocerse a través de denuncias, campañas y testimonios impulsados por los miles de exiliados que debieron abandonar el país para salvar su vida y la de sus familias.
Se conoció así la lucha de las Madres, las Abuelas, los Familiares, junto a otros organismos de Derechos Humanos; y más tarde los Hijos, los Hermanos y otros actores sociales hicieron oír su voz dentro y fuera del país, a través de diversas iniciativas y formas de organización que irían descorriendo el velo de la mentira, el oportunismo y el ocultamiento. Fue la contracara del silencio.
Hoy, desde el Instituto Espacio para la Memoria, ente autárquico y autónomo creado por Ley de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por organismos de derechos humanos, representantes del poder Ejecutivo y Legislativo de la Ciudad y personalidades con reconocido compromiso en la lucha por los derechos humanos, consideramos un oportuno acto de justicia, al cumplirse treinta años de aquel Mundial de Fútbol del 78, que fue utilizado para tapar los crímenes del terrorismo de Estado, en un acto de desagravio a las víctimas del terrorismo de Estado y a la sociedad en su conjunto, hacer esta Otra Final. Por la Vida y los Derechos Humanos.
Apostando a ganar este partido contra la indiferencia, el descompromiso y la impunidad y contribuyendo a construir una sociedad justa que fue la aspiración de aquella generación tempranamente desaparecida.
Por eso también estamos hoy aquí. Y por eso dejamos una tribuna vacía intentado, en un acto simbólico que pone al desnudo descarnadamente la presencia de una ausencia, rescatar el ejemplo de nuestros seres queridos.
Hay una parte de esta historia que no tiene reparación posible. Porque nadie devolverá la vida de esa generosa camada de jóvenes ni mitigará el dolor frente a su pérdida en miles de hogares.
Aún hay cientos de nietos que desconocen su identidad y son buscados denodadamente por las Abuelas, a quienes acompañan numerosos sectores de la población, y la justicia es una deuda pendiente para con toda la sociedad argentina que asiste azorada a la reactualización de la figura de la desaparición en el secuestro de Julio López cuya finalidad es sembrar otra vez el miedo y paralizar los juicios. Pero no cejaremos hasta conseguir justicia y condena para todos los represores.
Por eso seguimos. Juntos. En un espacio que, desde una concepción plural y colectiva convoca a la sociedad en su conjunto a defender su derecho a vivir en un país con Memoria, Verdad, Justicia y donde los derechos humanos, económicos, sociales y culturales sean respetados. Un partido que debemos ganar entre todos.